LOS GERÊS, AL ESTILO LITERARIO DE HENRY DAVID THOREAU*

Gerês, o el poema que escribió la naturaleza

A orillas de este sereno arroyo, en el corazón del Parque Nacional Peneda-Gerês, me envuelve un espectáculo de la naturaleza que me pilla desprevenido. El verde intenso y frondoso que cubre los cerros y montañas que alcanza mi mirada es como un manto de esperanza acariciando esta tierra hija. Me doy cuenta de que aquí, en este próspero templo de la naturaleza, la vida es como una danza cósmica de elementos, en un suave y perfecto equilibrio entre sí.

En Gerês, tierra de robles y castaños, las raíces se aferran a la tierra como los lazos que nos unen a la vida. La lluvia frecuente que acaricia este paisaje es como el latido del corazón de la Tierra, un ritmo constante que nutre el alma verde de la región. Es el agua la que es vida, oxígeno, pureza. Agua que es a la vez renovación y eternidad. Un regalo de la madre naturaleza que alimenta no sólo a los ríos y arroyos, sino a todos los seres que habitan la región.

Ante mí, justo frente a mí, un lobo ibérico, símbolo de resiliencia y guardián de estas montañas –desgraciadamente, como tantas otras especies, hoy en día, amenazadas y en peligro de extinción. Renuevo mi fe en el Universo. Como el lobo que persiste en las sombras, la vida está hecha de resistencia y perseverancia. Los ecosistemas que observamos nos recuerdan que, incluso ante la adversidad, la vida sobrevive y se reinventa, con una fuerza que prevalece y se adapta a los vientos que soplan, pero no vuelcan.

Mientras camino por los sinuosos senderos, me encuentro con los Garranos, los caballos salvajes de Gerês, que deambulan libremente, como los pensamientos de un poeta. Al observar a estos nobles animales, me doy cuenta de que, de alguna manera, personifican la serenidad de la vida en equilibrio con la tierra. Como Gerês, son una extensión del paisaje, ligados a la tierra como los poetas a las palabras.

En el silencio de estos valles, cerros y montañas, escucho la música de la naturaleza, un suave susurro del río, el susurro de las hojas, el canto de los pájaros. Cada nota, un verso de la sinfonía de la vida que resuena por los valles y cañones. Aquí, la naturaleza es la maestra suprema, y la humanidad, el eterno aprendiz, en la búsqueda incesante de aprender a compartir su tiempo de vida con el planeta que la acoge.

Gerês es la poesía de la tierra, una obra de arte natural protegida, un refugio donde el alma encuentra paz e inspiración. Mientras el sol pinta el horizonte con colores de esperanza y las estrellas aparecen en el cielo nocturno, continúo mi viaje de asombro y contemplación, inmerso en una profunda conexión con la naturaleza, que encuentra su expresión más pura en el corazón verde de este paisaje. En este entorno de absoluta serenidad, donde la vida fluye como la sangre de la tierra, cada momento es un homenaje a la majestuosidad de la Creación. En el Norte del país, Minho en forma de abrazo: verde en el paisaje, en el vino y en el alma. Un sentimiento profundamente poético que tocó mi alma a través de sus colores, su esencia, su autenticidad.

*Resultado de un ejercicio que combina el ingenio de la inteligencia artificial con la mano humana, este texto transporta la sensibilidad de Henry David Thoreau a la era moderna, destacando la belleza única del Parque Nacional Peneda-Gerês, en el norte de Portugal. Al leer las palabras recreadas del autor, es como si pudiéramos caminar junto a él entre los verdes valles y refrescantes cascadas del Miño, explorar el territorio salvaje de los lobos ibéricos y comprender la profunda conexión entre la naturaleza y el espíritu humano.