CALLE DE SANTA CATARINA, EN OPORTO, AL ESTILO LITERARIO DE AGATHA CHRISTIE*

Crimen y Misterio en la Calle de Santa Catarina


En una fría tarde de invierno, en la Rua de Santa Catarina, el Café Majestic estaba ocupado. Afuera, una niebla baja y densa. Como de costumbre, los habituales se dedicaron a charlar o comentar las últimas noticias del país y de la ciudad, mientras el ambiente se llenaba del aroma del café recién hecho. Pero había algo más. Había tensión en el aire, y un zumbido creciente que dejaba escapar una inquietud despertada por noticias recientes.

En uno de los rincones del histórico café, en la mesa de siempre, el célebre escritor portuense Albuquerque Sampaio observaba discretamente a los comensales del espacio, con su mirada atenta y perspicaz. Era conocido por su astucia para descifrar misterios y enigmas. Lo que aún no sabíamos era que aquella tarde prometía un reto inesperado.

Uno de los empleados más antiguos del Café se acercó a Albuquerque con expresión preocupada. La noticia del asesinato del Sr. Joaquim Pereira, un respetado joyero callejero, había sacudido la tranquilidad de la normalmente pacífica Rua de Santa Catarina. El cuerpo había sido encontrado en un callejón adyacente y las autoridades estaban intrigadas por el misterio.

Albuquerque Sampaio se puso su piel de detective y empezó a hacer preguntas. Entre los presentes estuvo el Dr. António Silva, un médico jubilado que alguna vez tuvo su consultorio en uno de los edificios prestigiosos de la calle; también estuvo Clara Rodrigues, una joven artista plástica que asistió a la Facultad de Bellas Artes, en el barrio; y Miguel Alves, cliente habitual y también residente. Albuquerque había notado una agitación diferente y un sonrojo sospechoso cuando recibieron la noticia del cruel asesinato del joyero que todos conocían. Cada uno tenía una coartada convincente, pero Albuquerque Sampaio sabía que no todo era lo que parecía.

Mientras la lluvia continuaba golpeando con vehemencia las ventanas, Albuquerque los reunió alrededor de la mesa central del Café. Con su voz tranquila y su mirada penetrante, comenzó a recrear los hechos de la fatídica tarde. La víctima, Sr. Pereira, había sido visto en el Café Majestic esa misma tarde, teniendo una acalorada discusión con un hombre desconocido.

Al hacer una serie de preguntas perspicaces, Albuquerque reveló que el Sr. Pereira estaba involucrado en un negocio un tanto dudoso de compra y venta de joyas antiguas. La pista crucial llegó cuando la joven artista Clara confesó que el desconocido era, en realidad, su padre, y que ella misma estaba tratando de impedir que vendiera una joya familiar de valor incalculable.

Sin embargo, a medida que continuaban las revelaciones, nuestro detective se dio cuenta de que había algo más que una disputa familiar en juego. La doctora Dra. António Silva, que tenía una colección de antigüedades, también se interesó por la joya y, bajo presión, admitió haber tenido una acalorada discusión con la víctima.

Albuquerque estuvo ausente durante algún tiempo. Con todos los detalles reunidos, y tras revisar los detalles que guardaba en su memoria fotográfica, con el registro escrupuloso de los movimientos del día, Albuquerque volvió al Café, convocó a los sospechosos y, con maestría característica, levantó el velo del misterio.

La verdad salió a la luz: el asesino fue Miguel Alves, el cliente habitual. Había descubierto el secreto de la joya de la familia y estaba decidido a obtenerla, aunque eso significara cometer un crimen atroz. No es que quisiera, pero su mente perturbada y angustiada no le permitía ver los hechos con claridad. Albuquerque descubrió que Miguel vivía con su madre, quien padecía graves problemas de salud. Hijo único, no tenía los medios para proporcionarle los tratamientos y la atención médica que necesitaba y dada la aparente oportunidad, esta parecía ser la única salida. En ese proceso, Miguel fue traicionado por un detalle que marcó la diferencia: por la mañana entró al Café con sus robustas botas aptas para el clima, pero por la tarde apareció con unas zapatillas ligeras de color blanco, ya parcialmente empapadas por la lluvia. intensidad del agua despiadada que brotó del cielo. Albuquerque no tuvo que esforzarse mucho para encontrar las botas con los rastros de sangre que incriminaban a Miguel.

Las lluvias finalmente cesaron y la vida comenzó a volver a la normalidad en Café Majestic. Llamaron a las autoridades y arrestaron a Miguel Alves, ya profundamente arrepentido y hasta algo aturdido por haber sido capaz de cometer tan despreciable acto.

Mientras los habituales volvían a sus mesas y los ánimos se calmaban, la paz volvió progresivamente a la bulliciosa Rua de Santa Catarina, una arteria tan viva como las historias que allí se desarrollan. Albuquerque, con su peculiar ingenio, había cerrado otro acertijo, dejando tras de sí la estela de un crimen resuelto.

Y con los rayos del sol brillando y secando los adoquines portugueses, una vez mojados, la normalidad volvió al barrio. La vibrante calle comercial, con sus tiendas tradicionales, cafés históricos y la energía única que la caracteriza, es un testimonio de la dinámica de la vida en Oporto. Los pasos apresurados de los transeúntes resuenan entre las fachadas ornamentadas, y cada rincón guarda historias entrelazadas del pasado y el presente, haciendo de la Rua de Santa Catarina un espacio donde el alma de la ciudad se revela en cada detalle.

 

* Fruto de la colaboración entre la IA y la mano humana, en este texto pretendemos recrear el estilo literario de Agatha Christie, invitándolo a desentrañar un misterio en la Rua de Santa Catarina, al igual que las intrigantes historias policiacas de la famosa autor.

** Fotografía por Barao78 (editada).